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Aquel principio del fin

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Fue exactamente en la noche templada del día 10 de mayo del 68 cuando aquel movimiento estudiantil que bullía en París, circunscrito hasta entonces a los recintos universitarios y su próximo entorno, toma un carácter grave, insurreccional e inquietante. En efecto, esa noche, conocida más tarde como la de las barricadas, unas diez mil personas marchan a la Santé para reclamar la puesta en libertad de algunos estudiantes. La multitud avanza, firme y codo con codo, bien rodeada del Servicio de Orden para evitar que surjan incidentes. Hacia las 22 horas la policía cierra el cerco del barrio. Y los manifestantes comienzan a montar barricadas, volcando coches y arrancando adoquines. El enfrentamiento resulta inevitable, y, por supuesto, confuso y violento. Alrededor de las 5 de la madrugada, la policía ha reconquistado, por fin, el campo de batalla. No ha habido ningún muerto, pero sí mil heridos.

Algunos detonantes

¿Qué profundas razones han provocado esta situación en una Francia con el PIB anual creciendo por encima del 5% y un índice de desempleo por debajo del 1,8%?.

Premonitoriamente, en marzo de ese mismo año, el editorialista de Le Monde, Pierre Viansson-Ponté, había detectado un clima de insatisfacción cuando llega a escribir que el verdadero fin de la política no es el de administrar el bien común lo menos mal posible, sino el de cultivar los impulsos de la imaginación, tan necesarios e importantes, o más, que el propio desarrollo. “Nadie se enamora de una tasa de crecimiento”, cantarán las pintadas unos días más tarde, dándole la razón.

Pero, había otras cosas para nutrir el fuerte descontento, y entre ellas destaca un malestar de carácter, más bien, corporativo. Porque las universidades registraban, en mayo del 68, el doble de estudiantes que en el año sesenta. Y, tanto las estructuras como las mentalidades de la vieja enseñanza resultaban ineptas y obsoletas para albergar a los recién llegados. La ceguera de los responsables políticos y la insensibilidad de los mandarines universitarios llegó a precipitar el encuentro entre una masa estudiantil, en su mayoría apolítica, con las hiperactivas minorías de la extrema izquierda, omnipresentes y bien organizadas.

Los propios situacionistas de la Unión Nacional de Estudiantes de Francia subrayan en un texto, librado en Estrasburgo, que: “el estudiante francés resulta, después de la policía y de los curas, el ser más universalmente despreciado”.

Todos estos motivos vienen a potenciarse por la suma de crisis internacionales que decantan un clima sin cuya existencia el mayo del 68 no hubiera sucedido tal y como tuvo lugar. Fueron, por una parte, la resistencia a la guerra en Vietnam y las prédicas iniciáticas de Marcuse, con su propuesta de una cultura nueva y alternativa, las que encendieron el claro precedente de Berkeley. Del otro lado, surge la prometedora Primavera de Praga, cuando el ascenso al poder de los rupturistas Dubcek y Svoboda amenaza los cánones de los ortodoxos soviéticos. Y los estudiantes de mayo asumen, resumen y digieren una síntesis de esta atmósfera que rechaza, igualmente, los modelos del capitalismo y el estalinismo.

La tensión puesta al máximo

Este espíritu de revuelta y de cambio, en el mayo francés, lo encarna un estudiante de sociología, Daniel Cohn-Bendit, rebautizado por los medios como Dany el Rojo. Su potente discurso, su habilidad en el manejo de las situaciones, su perfecto control del fanatismo y un curioso sentido del humor le convierten en líder. Nacido en Francia, de padres judíos alemanes, Dany vuelve a Alemania, a los 23 años, para completar sus estudios. Y allí se enfrenta, de una manera airada, con el imperio mediático de Springer.

Pero el 10 de mayo del 68 vuelve a estar en París al frente de las barricadas. Y, a partir de ese día llama a los sindicatos pidiéndoles que se solidaricen con los estudiantes. Muy pronto se desatan los paros; en la Renault, en Flins y uno especialmente salvaje en la Sud Aviación de Nantes. Diez millones de huelguistas llegan a paralizar el país. En los comités, los obreros discuten la organización del trabajo, los salarios y las jerarquías. Todo ello dentro de la improvisación y en medio de una gran orfandad. Porque los referentes clásicos de la izquierda, el Partido Comunista Francés y la Confederación General del Trabajo, son incapaces de tomarle el pulso a un movimiento joven y original y se mantienen en comportamientos políticos de claro inmovilismo. Al punto que el obtuso Thorez, secretario general del PCF, llama a los revoltosos “grupúsculo gauchista a sueldo de De Gaulle”. Y estos, naturalmente, sólo atienden, en cuestiones marxistas, a las propuestas del policentrismo semidemocrático que formula Togliatti desde el Partido Comunista Italiano, lejos de los dogmas del Kremlin.

La cosa está que arde. La administración no funciona, y el transporte tampoco. Se suspenden los suministros de la gasolina, y la televisión se apaga. La derecha teme que, de un momento a otro, la izquierda descabece al Estado de un modo fulminante. En el Gobierno se habla de dimitir. Y, mientras tanto, los carros blindados del ejercito comienzan a tomar posiciones rodeando París.

El día 29 de mayo se suspende el Consejo de ministros. Y De Gaulle le comunica a Pompidou que se ausenta. Nadie sabe el destino del primer mandatario. La perplejidad y el vacío resultan evidentes. Más tarde se sabrá que el presidente de la República se ha trasladado a Baden-Baden, durante algunas horas, para consultar la gravedad del momento con su fiel amigo el general Massu, comandante de las fuerzas francesas acantonadas en Alemania.

El 30 de mayo, un De Gaulle resurgido de entre las cenizas anuncia por la tele su propósito de aferrarse al poder y transmite tal sensación de fuerza que tranquiliza el sueño de sus seguidores. Esa misma tarde una gigantesca manifestación, organizada por los Comités de Defensa de la República y encabezada por André Malraux y Michel Debré, remonta los Campos Elíseos. Este acontecimiento viene a reproducirse en las grandes ciudades. Y la situación bascula, vuelve a existir la gasolina y en las empresas se retoma el trabajo.

El mercado lo ha digerido todo

Y tan evidente es la cosa que hoy resulta una auténtica maravilla contemplar cómo un gran personaje del 68, el mismísimo Bernard Kouchner, de la antigua Unión de Estudiantes Comunistas, desempeña la cartera de Asuntos Exteriores en el Gobierno Sarkozy.

En definitiva, aquel mayo francés de hace cuarenta años fue un ruidoso asunto fraguado por intelectuales que se negaron a admitir el papel que la lógica capitalista adjudicaba a las ciencias humanas. En París tuvo lugar un psicodrama, tal como lo calificó Aron, que ayudo a liberar, en los amotinados, los revueltos demonios del antiautoritarismo social. Pero sólo enfrentarse con la autoridad, sólo el jugar en contra, era un pegamento muy débil, desde el punto de vista ideológico, para fraguar un proyecto político. Y las estructuras sociales quedaron intocadas, como no podía ser menos. No hubo revolución, aquello fue una fiesta.

Pero sí hay que admitir que, aunque el 68 no llegó a crear nada, empujó enormemente la transformación cultural. Y no me refiero a las nuevas y aburridas novelas de Robbe-Grillet o Natalie Sarraute, o a la cinematografía pedante de Jean-Luc Godard, sino al rediseño de una visión distinta sobre el funcionamiento de los individuos y del mundo, a la conquista por las mujeres de la inaplazable igualdad de derechos o la toma de conciencia ecológica.

Después de aquello, la ebriedad generosa de que todo el monte es política se convirtió en el árido “todo es economía”, aunque hay que agradecer a aquel 68 que nos dejara mejor reforestados ciertos espacios de la imaginación.




























Publicación original:
Aquel mayo francés de hace cuarenta años
Antonio Bernabéu
10/05/2008 elconfidencial.com





http://www.elconfidencial.com/cache/2008/05/09/43_aquel_frances_cuarenta.html

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EFE
11.05.08


La Oficina Económica sale de la Comisión Delegada

El director de la Oficina Económica del presidente del Gobierno no formará parte de la Comisión Delegada para Asuntos Económicos, órgano encargado de coordinar la política económica del Ejecutivo, que continuará bajo la responsabilidad del ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes.

Según publicó ayer el BOE, la Comisión estará compuesta por el vicepresidente y ministro de Economía, que la presidirá; la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez; el de Trabajo e Inmigración, Celestino Corbacho; el de Industria, Miguel Sebastián, y la de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, Elena Espinosa. Asimismo, serán miembros del órgano el director del Gabinete de la Presidencia, José Enrique Serrano, y los secretarios de Estado de Economía y de Hacienda y Presupuestos, David Vegara y Carlos Ocaña, respectivamente.

En la actual legislatura, la Oficina Económica del presidente, que dirige Javier Vallés, ha sido rebajada de rango y ha pasado de ser un órgano autónomo a depender del director de Gabinete de la Presidencia. Vegara ejercerá las funciones de secretario en la Comisión Delegada y será sustituido por Ocaña en caso de ausencia o enfermedad. Si se da esta circunstancia, será convocado a la reunión el secretario general de Política Económica y Economía Internacional, Ángel Torres.

Podrán formar parte de la Comisión Delegada el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, y el secretario de Estado para la Unión Europea, Diego López Garrido, cuando trate asuntos relacionados con la Unión, y la ministra de Administraciones Públicas, Elena Salgado, si el tema está relacionado con las competencias de su departamento.

El resto de ministros del Gobierno pueden ser convocados a la Comisión Delegada cuando los asuntos sobre los que debata en la misma tengan repercusión económica o presupuestaria en sus ministerios.



http://boe.es/boe/dias/
2008/05/10/pdfs/
A23066-23068.pdf

hoy.es / Extremadura /
12.05.08



CACERES
El cartero ya no llama a la puerta

Correos obliga a los vecinos de
Arroyo de la Luz a poner buzones en las casas La demanda de casilleros agota las existencias en los comercios de la localidad


María José Torrejón


En Arroyo de la Luz el cartero ya no llama a la puerta. Ni levanta la persiana de la ventana para echar la correspondencia. Ni cuela los sobres por el espacio que queda entre el suelo y la cancela. En Arroyo de la Luz el cartero deposita las cartas en el buzón.

Los vecinos de este municipio situado a 20 kilómetros de Cáceres se despertaron una mañana con una nota de Correos en la que se les invitaba a colocar buzones en todas las casas que carecían de casilleros postales.

«Se pone en conocimiento que, según se especifica en el artículo 34.3 del Reglamento de Prestación de los Servicios Postales (Real Decreto 1829/1999), en los inmuebles que sean viviendas unifamiliares o locales comerciales industriales independientes la entrega deberá hacerse en un casillero domiciliario situado cerca de la primera puerta de entrada o sobre ella de forma que permita el depósito de los envíos desde el vial público -dice la nota-. Así mismo, le informamos de que hasta que la situación del buzón no esté regulada nos veremos obligados a retener su correspondencia ordinaria en nuestras oficinas, donde podrá recogerla en horario de 9.00 a 14.00 horas durante el plazo de un mes, pasado el cual se devolverán al remitente», concluye el escrito.

Correos ha cumplido su objetivo. Un mes después de que enviara los primeros escritos, los buzones se han multiplicado. Para comprobarlo, basta acompañar a Rafael Leal cualquier mañana. Es uno de los tres carteros que acercan la correspondencia a los 6.700 vecinos del pueblo. «La gente ha colaborado mucho, la verdad. Y nosotros lo agradecemos porque nos facilita el trabajo», cuenta mientras camina a un paso que cuesta seguir. Ahora todo es más sencillo. Basta con depositar el sobre en el buzón. «Antes tenías que andar paseando las cartas de un sitio a otro», apostilla este hombre de 60 años.

Con esta iniciativa, la empresa estatal busca imprimir de manera más rápida el reparto, mejorar la calidad del servicio y asegurarse de que las cartas llegan a su destinatario. Arroyo de la Luz no ha sido ni la primera ni la última localidad en la que se ha implantado la medida, extendida en toda España. Pero a pocos ha dejado indiferente. La demanda de buzones fue tan fuerte los primeros días que se agotaron las existencias en los comercios de la localidad. Los casilleros se convirtieron en el producto más buscado. Lo cuenta Miguel Ángel Martín tras el mostrador de Comercial Velasco, el establecimiento que más buzones ha vendido entre los arroyanos. «Tuvimos colas en la tienda y, como se nos acabaron, hicimos una lista de espera», detalla mientras calcula que ha despachado de 200 a 300 cajas postales en el último mes. ¿El modelo más solicitado? La respuesta de Miguel Ángel coincide con la de Miriam Barrantes, de Suministros Industriales Segundo. La mayoría se inclina por el buzón de menores dimensiones.

Ventajas y desventajas

A Santos Jorna, el alcalde, la medida no le ha afectado porque ya tenía buzón en casa. Ni a los que residen en bloques de vivienda, que ya contaban con casilleros personalizados en las entradas de los edificios. Pero en Arroyo de la Luz abundan las casas bajas. «Ha supuesto una pequeña revolución en el pueblo», reconoce Jorna, que asegura que hasta el Ayuntamiento no he llegado ninguna queja por la decisión de Correos. Los buzones tienen sus ventajas, apunta. «Muchas veces cuando llegaba el cartero la persona no estaba en casa y dejar la carta el vecino o no dejarla tenía sus inconvenientes», reflexiona. No obstante, Santos Jorna reconoce que Arroyo pierde un poquito su sabor a pueblo. «Va a disminuir la relación entre el cartero y el destinatario. Esto se va a perder porque ya no va a haber ese contacto personal y visual entre el cartero y el ciudadano», apostilla el alcalde.

Jesús Becerra recibió el escrito de Correos y colocó el buzón. Los hábitos en su casa han cambiado desde entonces. «Antes dejábamos la ventana al cartero abierta o nos introducía el sobre por debajo de la puerta», detalla.

En la calle Germán Petit, una de las vías que desembocan en la Plaza, han sido mayoría los vecinos afectados por la medida. Lucía Bonilla, residente en el número 43 A, está encantada con su buzón. «No nos ha quedado otra salida porque nos han obligado», apunta Daniela Caballero, que vive en el número 41. Mientras tanto, Pilar González confiesa que se ha quitado un problema de encima. Vive a caballo entre Madrid y Arroyo. Mientras su casa permanecía cerrada, su correspondencia vagaba de un lado a otro. Por eso, no le importa que el cartero ya no llame a su puerta.

Casi nada...

5º párrafo
hiperenlace de http://cosasdecarteros.blogspot.com/2008
/05/aquel-principio-del-fin.html
en la cita de:
"Berkeley, Paris, Berlín, Londres, Praga y Budapest."

Nada más ni nada menos que en el Blog de Enrique Meneses

11 Mayo 2008
Mayo 68 ¿fue un error?
http://www.enriquemeneses.com/2008/05/11
/mayo-68-%c2%bffue-un-error/

Esto es ya calidad, no son simples espíritus de Correos.es o de Dhl.com, sino "cuasi"-Gurús

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